EL INDIO Y LOS TIBURONES

viernes, 13 de mayo de 2011 2 comentarios

Un pescador Delegado

A petición del grupo cívico: Los Garatuzos, y de otros asiduos lectores de estampas costumbristas del ayer, escribo un poco más sobre El Indio Martínez y sus aventuras con los tiburones, sin menoscabo de las experiencias de vida de otros isleños dedicados también a enfrentar a los escualos para ganarse el sustento.
Y como El Indio nunca ha andado solo por éstos caribeños mares, permítame Usted ir recordando de paso a notables pescadores del lugar.
El primero de ellos es Manuel Cárdenas Magaña, más conocido como “Nika”, quien es flamante autoridad pesquera del Estado desde hace unos años. Méritos sobrados tiene este nativo de Isla Mujeres para ocupar tan alto cargo, pues a su formación profesional suma su experiencia personal como pescador tradicional. Como dicen: el hombre está en su elemento…no es un burócrata más traído allende las fronteras del Estado.
Lo cito porque en sus años mozos, y aún hoy, cuando la chamba se lo permite, se embarca con El Indio Martínez en busca de meros y tiburones, pargos y abanderados.
“Hace años “La Piedra de la Morena” ubicada a media travesía a Cancún nos surtía de buenos tiburones –cuenta El Indio- y Nika Cárdenas gustaba acompañarme para sentir la sondaleza correr por sus manos cuando un jaquetón se enganchaba. Entonces, las mentadas de madre, entre otras maldiciones, reemplazaban a la romántica canción isleña que se había entonado durante la espera.
Cebábamos a los bichos con escochines (peces ballesta), pues en ese tiempo no se comían, nadie los pescaba a propósito. Anzuelabas uno, lo partías a la mitad y lo arrojabas al mar. Antes de media hora ya tenías a las cornudas tratando de subirse a la embarcación. Era la hora de la emoción, de la lucha, de mostrar nuestras habilidades y nuestra fuerza enfrentando al tiburón.
En ocasiones, cuando se trataba de animales muy grandes, atábamos el anzuelo encarnado a una boya, y esperábamos que el bicho se matara solo. La cuota mínima en La Piedra de la Morena era de tres cornudas, o martillos, como también los llaman.”

Los coronados de Coronado
“La rutina comenzaba con el buceo de langostas, caracoles, y arponeo de boquinetes y abadejos, entre otros –comenta el Indio- encontrando en estos recorridos submarinos lugares donde abundara alguna especie para lograr buena captura. Ramón Coronado, aquel caballeroso Agente de Migración que tantos amigos hizo en la isla, se embarcaba a cada rato conmigo. Él es de Tekantó, Yuc., y como debía ir a ver a su familia de vez en vez, venía buscarme para ir a visitar lo que llamaba nuestra tienda de coronados.
Coronado no sólo pescaba coronados. Tiburones y barracudas lo zarandearon en más de una ocasión. Pero el hombre es valiente, y todavía, de vez en cuando se me aparece para ir a recordar viejos tiempos.”
Por cierto que de esos años de buceo recuerda El Indio una anécdota la mar de curiosa:
“Es para reír lo que te voy a contar –advierte. Tenía una novia canadiense a la cual le fascinaba el buceo. Cierto amigo, cuyo nombre omito a propósito, nos acompañó un día a las inmediaciones de la piedra llamada antes La Lavandera, más conocida hoy como La Bandera, entre la punta sur de la isla y la de Cancún. Ya ahí, la rubia y yo nos sumergimos, y no habíamos andado mucho cuando ella me advirtió de la presencia de un enorme tiburón. De inmediato subimos a la superficie para abordar la lancha, pero nuestro cuidador andaba muy lejos y no era posible alcanzarlo.
Con el tiburón siguiéndonos tuvimos que nadar muy precavidos desde La Lavandera hasta la isla. Casi dos horas nos llevó ayudados por la corriente a favor.
Entonces dejé a mi novia en playa, y a bordo de un pequeño velero me fui a buscar al amigo lanchero, el cual no dejaba de rondar como loco buscándonos por donde nos perdió. Hubieras visto su cara de sorpresa al verme llegar en el velerito; pues ya nos daba por muertos”

Entre pescadores de tiburones
Incluir aquí una relación de pescadores de tiburón de Isla Mujeres es imposible por razones de espacio. Más de la mitad de la población pesquera ha tenido que ver con escualos. Haciendo memoria anotaré a los siguientes:
Rolando Figueroa y sus hermanos Fabio, René y Rodolfo (+); Carlos “Válvula”García Castilla y su hijo Juan de Dios “Huacha” García Povedano; Francisco Cobá Ríos; Nicolás Rivero; Javier Ayala Rejón; Jesús Ríos Fernández, Jacinto Ríos Azueta, Bernardino Castilla Canto; Rogelio “Chilero” Magaña Castro; Rogelio “Boyarín” Delgado García, Esteban Ancona Argáez, y muchos más.
Entre ellos, Francisco “Paco” Schmied, quien fuera Presidente Municipal de Isla Mujeres, es un paisano que durante años pareció tener una fijación contra los tiburones. Por las playas del rastro, en la costa oriental de la isla, gustaba arrojar al anochecer sus gruesas líneas en busca de “tanquelenes”. Nunca fallaba porque la sangre y las vísceras del ganado sacrificado en dicho rastro mantenían engodados siempre a los escualos. Ismael “Chulo” Hernández Luna, era quien lo ayudaba “diluyendo” tsosín salado en cubetas de agua que luego arrojaba al mar para ayudar la engoda. Estas pescas desde las playas también las hacían en la Media Luna, allá por el hotel Poc-Ná. Lo cierto es que Paco pescó muchos años con El Indio, quien cuenta lo que en una ocasión les ocurrió:
“Mi primo Paco es un buen pescador. Entiende de mareas, de corrientes, de posiciones de la luna, de carnadas, en fin, de muchos detalles para lograr una buena captura. Cuando éramos jóvenes gustábamos apantallar a nuestras novias pescando tiburones.
En una ocasión nos fuimos en su barco, La Dama Elegante, con varias muchachas. Hugo Ravell, y su hermano Raúl nos acompañaron. Llegamos a la Playa del Aliscafo y fondeamos para tirarnos a bucear unos abadejos entre las piedras del arrecife. Ya habíamos ensartado cuatro cuando notamos la presencia de varios tiburones. Uno de ellos nos arrebató un pescado y entonces, sin manera de defendernos, tuvimos que subirnos sobre la rompiente del arrecife y gritar a los del barco para que nos fueran a buscar. Esa vez los apantallados fuimos nosotros, ya que las chamacas no dejaban de reír por el susto que pasamos.”
Y prosigue:
“Tuve otra novia; era ésta de California y para impresionarla me fui con ella y el huero Chay a garetear tiburones frente a Cancún. Remojábamos engodo y arriábamos las líneas. Esta vez nos salió bien. Hubieras escuchado los gritos de la gringuita cuanto aseguramos al barco una cornuda de más de 250 kilos.
En ocasiones, los tiburones, al sentirse atrapados intentaron romper el barco –agrega- A El Varadero, de Isla Blanca, íbamos a pescar tsosín y a arponear a los tiburones que acosaban los cardúmenes de esos peces. Allá un tiburón, al sentir las cuatro pulgadas de metal en su lomo reviró enfurecido y embistió al pequeño Júpiter, mi velero, que era de apenas 21 pies de eslora. Pensé que hasta ahí llegaba mi existencia, pero gracias a Dios, maniobrando para esquivar los ataques del escualo logramos salir del apuro.”
De anécdotas como las anteriores El Indio es una enciclopedia, pues añade:
“Recuerdo una temporada de langosta en Contoy por lo siguiente: Tiramos las redes, y al ir a requerirlas en la madrugada nos encontramos enmallada una inmensa manta raya. El animal pesaba arriba de cuatro toneladas, y como nos rompió la red, debimos retornar con ella a la isla. No hubo manera de subirla por completo al barco pues el winch no pudo levantarla. Con la mitad de la manta raya embarcada y la otra mitad dentro del agua navegamos a duras penas hasta mi rancho en Isla Mujeres, a donde llegamos ya anocheciendo. Cansados, decidimos acostarnos a dormir y por la mañana entendernos con aquel monstruo que arruinó nuestras redes.
Pero al amanecer, lo que encontramos en el barco fue sólo la mitad de la manta y varios tiburones rondando. Los voraces carniceros se habían desayunado nuestra pesca, incluida gran parte de la red.
Y bueno, de que son bravos lo son. Cuando tienen hambre no miden consecuencias. En un palangre encontré un día dos tiburones en un mismo anzuelo. Uno de casi cien kilos se enganchó primero, y vino otro de media tonelada y se lo tragó, quedando así los dos atrapados.”

Más de sus luchas con tiburones
“Bernardino Castilla gustaba también de emociones fuertes. Con él y con Aladino Delgado (apodado Lámpara), atrapé en una ocasión un alecrín, variedad de tiburón que tiene entre otras particularidades la de pelear ferozmente cuando se siente enganchado. Salta como pez vela, nada velozmente cambiando de dirección con gran rapidez, en fin, es una locura lidiar con alecrines. La cosa es que entre saltos y nados vertiginosos debimos luchar más de tres horas para poderlo aquietar, tranquear y embarcar, aunque apenas pesaba unos 160 kilos.
Muchas veces los tiburones nos cortaban los palangres. Entonces había que irse al fondo en busca del extremo cortado para subirlo a la superficie. Jim, un gringo bastante osado me ayudó en un caso extremo a rescatar a 60 pies un palangre que tenía varias tintoreras, algunas de ellas de más de 270 kilos de peso. Esa fueron aventuras –y agrega: Mi primer tiburón lo pesqué cuando tenía apenas 14 años, frente al hotel Posada del Mar. En ese tiempo se sacrificaban en las playas de la isla muchas tortugas para consumo de la población, y las aguas de la costa se teñían de rojo. Eso atraía a los escualos. Atorabas en el anzuelo algunas vísceras de tortuga y capturabas alguno.
Y abunda en que: Para pescar tiburones siempre se han utilizado varios tipos de carnada. No sólo bonito, tsosín, y tortuga, sino también liseta, lisa, manta raya, macabí, pez vela, toninas o bufeos, barracuda, y cuando abundaban los perros o los gatos en el pueblo los sacrificábamos y sus restos iban a parar al palangre. La carne de cerdo es buena también para ello.
Los tiburones son atraídos especialmente por todo lo que genere grasa animal. Por ello nunca nos ha extrañado encontrarles en la panza latas de manteca o mantequilla, bolsas de plástico cuyo contenido tuviera grasa, y hasta cocos secos, de esos que flotaban entre la sangre de las tortugas beneficiadas en las playas; sin dejar de citar tortugas enteras, y patos buceadores o camachos.
Aquí en Playa Indios, en una ocasión apareció muerta una de las reses de Félix Martínez. Los animales salían de su rancho y se dedicaban a causar destrozos. Era una hermosa vaca que comenzó a descomponerse pues nadie la vino a buscar. Entonces, ayudado por Luis “Chácara” Muñoz, la destacé y la usamos para pescar tiburones. Capturamos seis tintoreras, y todo mundo andaba investigando qué carnada habíamos utilizado.”
El Indio como buen isleño gusta del Pan de Cazon, y sabe cuál es el mejor para prepararlo:
“El mejor cazon de vientre es el de tiburón toro -sentencia- y la hembra expulsa hasta doce crías cada temporada de reproducción; igual hace la variedad llamada Moan.”
Dice que la más prolífica es la tintorera que pare hasta 60 crías; que le sigue la cornuda con alrededor de 40, y otras que apenas llegan a seis. Reitera también que antes de Cancún el área litoral de la zona hotelera era un paraíso para ir en busca de tiburones, y que los pescadores isleños saben muy bien dónde y cómo los capturaban.
“Si a consecuencia de los ataques conocidos van a hacer estudios sobre esos animales deben incluir dentro de su trabajo de campo la experiencia de los isleños –recomienda- no todo debe ser trabajo académico o de escritorio.”

Y cuidado con las recomendaciones para espantarlos…
Respecto a que los tiburones se ahuyentan con la sangre o vísceras descompuestas afirma el entrevistado que es cierto, pero que no todas las variedades de tiburón tienen el mismo comportamiento, cita que podría salir a la inversa:
“A la tintorera le gustan las cosas descompuestas. A esa no la van a ahuyentar, por el contrario, la van a atraer. Además, deben tomar en cuenta las corrientes que con rapidez se llevarían esa sangre usada como repelente. Su manejo, por el mal olor puede ser también un inconveniente…pero allá los expertos…ellos saben lo que hacen.”- concluye.
A pesar de que la pesca de tiburones es parte de su modo de vida, los pescadores de Isla Mujeres no están de acuerdo de que se les mate sólo por el placer de hacerlo, o por miedo, como ocurre ahora.
En ese contexto, digno de aplauso es que el Congreso del Estado tome cartas en el asunto, y de manera unánime censure las “matanzas” de escualos.
Llama la atención que en otras partes el mundo los aprovechan, como ocurre en las islas Palau, en el Océano Pacífico, donde cada escualo está valuado en casi ¡¡dos millones de dólares!! Han descubierto que los tiburones dejan más beneficios vivos que muertos. Ahí, el 21% del turismo llega específicamente al nado con esos animales. En las islas Maldivas y en las Bahamas ocurre otro tanto. ¿Por qué no ir a ver cómo lo están haciendo? o de ser posible: ¿por qué no los traemos a ver qué nos sirve de su experiencia?
Y es que no estamos de acuerdo en el exterminio. Por ello, seguiremos pendientes de los estudios que se van a realizar. Por lo pronto, la visión de que “se afecta el equilibrio ecológico de la zona” con la eliminación de los tiburones me parece algo romántica, pues el tal equilibrio se rompió hace más de 30 años, y la presencia de algas no es por la ausencia de tiburones, sino por las grandes aportaciones de aguas residuales de la ciudad de Cancún. Nada más hay qué ver cuánto ha retrocedido la interfase salina…o la elevada presencia de materia orgánica (coliformes), en las aguas del litoral
Pero bueno, éstas son solamente opiniones de quien escribe.
Estás servido Gitano.

Fidel Villanueva Madrid.
Cronista Vitalicio de Isla Mujeres.
Ixcheel@prodigy.net.mx.

Mayo de 2011.
 
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